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La capacidad humana de imaginar puede impulsarnos a la acción y a producir cambios. Todo lo que tenemos, fue alguna vez imaginado...


La imaginación, un don innato en los niños y un activo cada vez más necesario en la edad adulta, no tiene límites, por lo que fomentar su desarrollo es potencialmente beneficioso. Además de ayudarles a generar el pensamiento abstracto, el creativo y promover el bienestar emocional, también los ayuda a desarrollar habilidades psíquicas, físicas, sociales, lingüísticas, creativas, a resolver problemas, tolerar fracasos, liberar tensiones, ampliar su noción del mundo, desarrollar sus talentos y, promoviendo la risa y la felicidad, les hace la vida más divertida.


Pensemos en la imaginación como un músculo: si no se ejercita, se atrofia. Los niños que participan en actividades pasivas (ver televisión todo el día, por ejemplo) están asimilando las imágenes e ideas de otras personas en lugar de crear las suyas propias.


El juego imaginativo es la forma en que los niños aprenden sobre el mundo. Es una ventana hacia su mundo interior, es la forma que tienen para expresarse y comunicarse.
Un niño con inventiva será más motivado y podrá afrontar las tareas diarias con menos dificultad, ya que tendrá la capacidad de formar nuevas ideas ante los desafíos y así aumentar su autoconfianza.


Cuando los niños desarrollan el juego libre, sin filtros ni directrices, disponen de total libertad para ser ellos mismos. Y es entonces cuando, al dejar volar su imaginación sin límites, por ellos mismos, descubren el mundo que les rodea, exploran, aprenden y se desarrollan. Jugando los niños se enriquecen y aprenden más por el mero hecho de que se lo están pasando bien.